jueves, 7 de abril de 2011

La brecha entre jóvenes y adultos

Por Javier Navarro
Al hablar sobre comunicación nos vendría bien partir de la idea de que el proceso de comunicación es una herramienta, un medio para entendernos, comprendernos y amarnos las personas.

Por ello, cuando hablamos de comunicación entre adultos y adolescentes no debiéramos olvidar que lo esencial es reconocer la singularidad de cada uno de los interlocutores, su valor y dignidad.

¿Por qué entonces se registran tantos problemas de comunicación? Una posible respuesta es el olvido de la importancia y valor del otro y su sustitución por el querer imponerle nuestros puntos de vista, nuestra visión de la situación.

Hacer esto nos produce la ilusión de tener más control. El adulto puede hacerlo porque considera al adolescente ignorante de las cosas y, bien por paternalismo, bien porque se cree con autoridad o por miedo, el imponerse le da más seguridad. Al adolescente puede moverle su deseo de distinguirse, de conformar sus propios puntos de vista, su singular identidad.

Mantenernos en esta posición crea una brecha que, en mi opinión, le será más fácil de identificar y romper el adulto, porque en esta relación educativa tiene una mayor responsabilidad, la de ayudar a crecer a los adolescentes.

En Clave Pionera Pedro Vallés apuntaba a que hay que reflexionar sobre las cosas que nos acercan y las que nos alejan. El escuchar acerca; el despreciar o no razonar, aleja. El negociar, el entender los porqués, acerca; lo irracional me aleja. Dar confianza, acerca y estimula; la sobreprotección aleja.

Todo ello es un proceso, con aciertos y errores, avances y retrocesos hasta que se alcanza un equilibrio, pero si existe confianza y amor se creará un vínculo emocional indestrutible.

Y como añadió Laura Sierra, los jóvenes tienen mucho que aportar, debemos contar con ellos, darles voz. Seguramente descubriremos que tenemos muchos más puntos en común de lo que pensamos, y nos será más fácil encontrar soluciones comunes a problemas comunes.